Despedida a nuestra Rosa de un familiar

También yo me quiero unir a este emotivo homenaje a nuestra querida María Rosa, agradeciendo vuestras muestras de cariño.

     María Rosa y yo nos conocimos en 1965 cuando hacíamos por libre la carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Ceuta, ambos somos de Algeciras.

     Años más tarde, en 1974, Dios me concedió el gran regalo de que me enamorara de la que hoy es mi mujer, su única hermana,  Pepita, estrechando aún más mi vinculación con María Rosa por lazos familiares.

     Ella para mí ha sido mi queridísima hermana; a lo largo de todos estos años me ha cautivado su maravillosa forma de ser: alegre, cariñosa  y con un gran corazón dotado de una inmensa generosidad, haciendo continuamente obras de caridad,  de las que en varias ocasiones he sido testigo, preocupándose por los pobres y necesitados, obrando como dice El Señor en Los Evangelios: sin que su mano derecha supiese lo que hacía su izquierda.

    Con su sonrisa y su buen hacer se ha ganado el cariño y la amistad de todos los que han tenido la gran suerte de conocerla.

   Ella ha heredado la bondad de sus padres Juan y María, pero sobre todo el maravilloso carácter y la sonrisa de su madre.

   El Señor la ha premiado con un marido extraordinario y unos hijos maravillosos todos dotados de gran talento y verdaderos artistas como su padre.

    Nuestra queridísima María Rosa siempre ha sabido ser optimista, disfrutando plenamente del regalo que día a día el Señor nos hace a lo largo de nuestra vida, ha sido una gran luchadora, sabiendo recuperarse con su esfuerzo del ictus que padeció años atrás.

   Nosotros,aunque ahora nos invade un tremendo dolor por su rápida e inesperada muerte, acrecentado por el inmenso desconsuelo al no haberla podido acompañar en el hospital ni darle nuestro último adiós, nos consuela el saber que seguro en estos momentos se encuentra en los brazos de La Santísima Virgen, contemplando el divino rostro de Jesús, gozando de la vida eterna junto a Los Ángeles y todos Los Santos.

 Seguro que desde allí, María Rosa seguirá derramando su amor sobre todos nosotros, intercediendo y rogándole a Jesús que nos colme de bendiciones.

              Con mi mayor cariño Domingo Román Carrasco.